Evangelio de MARCOS

Introducción general y comentarios al texto

Capítulos:

Introducción

Contexto histórico. La obra de Marcos nos sitúa en la segunda generación cristiana. El Evangelio ya ha traspasado las fronteras religiosas del mundo judío y se ha abierto también a los paganos, llegando incluso a la misma ciudad de Roma, centro geográfico económico y político del poder imperial romano. Allí el cristianismo muy pronto es catalogado como movimiento sospechoso y es duramente perseguido y castigado. Es en este contexto en el que probablemente Marcos escribe su evangelio: «la Buena Noticia de Jesucristo. Hijo de Dios» (1,1).

Destinatarios. Una tradición muy antigua los identifica con la comunidad perseguida de Roma en tiempos de Nerón (año 64). Se trataría de una comunidad mayoritariamente de origen pagano, pobre y en crisis, que estaría llamada a dar razón de su fe e identidad tal como la dio su Maestro y Señor en la cruz.

Autor, fecha y lugar de composición. Desde siempre se le ha llamado «según san Marcos», atribuyendo la autoría a un discípulo de Pedro: el mismo Juan Marcos que se nombra en el libro de los Hechos (Hch 12,12.25; 13,13; 15,37.39) y que envía saludos en Col 4,10; Flm 24 y 1 Pe 5,13. Aunque tal atribución no es absolutamente cierta, tampoco hay razones suficientes ni convincentes para negarla. 

En cuanto a la fecha de su composición, según la tradición, Marcos escribió su evangelio después de la muerte de Pedro (año 64); y según las pistas que nos ofrece su evangelio, antes de la destrucción de Jerusalén en la rebelión de los judíos contra Roma (año 70); por eso, muchos biblistas sugieren como fechas probables los años entre el 65 y 70.

En cuanto al lugar de composición, Roma es la hipótesis más aceptada, no sólo porque así lo avala la tradición, sino también por ciertas referencias que el mismo evangelio presenta, como la explicación de palabras arameas, las alusiones al sufrimiento y a la persecución, y la relativa frecuencia de palabras y locuciones latinizadas.

Un evangelio por mucho tiempo desconocido… y hoy de sorprendente actualidad. Hasta finales del s. XIX apenas se prestó atención al evangelio de Marcos. La tradición de la Iglesia lo había relegado a un segundo plano en comparación con los demás sinópticos, ya sea por su estilo parco: pobre de vocabulario, monótono y repetitivo; o porque apenas ofrecía nada nuevo que no se encontrase mejor elaborado en Mateo o Lucas. O quizás, porque la misma Iglesia aún no estaba preparada para captar en toda su grandeza descarnada su mensaje inconformista.

Todo comenzó a cambiar cuando a finales del s. XIX, y sobre todo durante el s. XX, la crítica histórica lo descubrió como el primer evangelio escrito del Nuevo Testamento y que sirvió incluso de inspiración para la redacción de los evangelios de Mateo y de Lucas. El interés ha ido en aumento hasta nuestros días, al irse desvelando poco a poco lo que pretendía: confrontar a sus oyentes y lectores con el sorprendente misterio de la identidad de Jesús de Nazaret, misterio que sigue fascinando al hombre y a la mujer de hoy, tanto como hace 2.000 años.

¿Quién es Jesús de Nazaret para Marcos? El tema de su evangelio es la persona de Jesús y la reacción de la gente a su paso. Marcos escribe su evangelio a la luz de la resurrección, pero no abusa de ella; al contrario, se empeña en presentar a Jesús crucificado más que resucitado, y a la gente (discípulos incluidos) cegada y deslumbrada más que iluminada.

Ya al principio de su obra, a modo de introducción, declara que Jesús es ante todo «Hijo de Dios» y que el relato de su vida es una «Buena Noticia» (1,1). Complementa esto con: la declaración solemne que hace el Padre sobre su identidad (1,11) y la presencia del Espíritu que le empuja al desierto para luchar con Satanás (1,12), y cuya victoria se manifiesta en la convivencia con las fieras y en el servicio de los ángeles (1,13).

Es entonces cuando presenta a Jesús anunciando la inminente llegada del reino de Dios (1,15). Pero este anuncio provoca una confrontación dramática. A Jesús no lo comprende su familia (3,21) ni sus paisanos (6,1-6), tampoco sus discípulos (4,41; 6,51s). Los fariseos (poder religioso) y los partidarios de Herodes (poder político) deciden eliminarlo (3,6). Con todo, algunos paganos reconocen su poder (5,18-20; 7,24-30). Los discípulos están ciegos, no comprenden el anuncio de su pasión; pero Jesús, que puede sanar a los ciegos (8,22-26), también puede sanar a sus discípulos. No sería una aberración decir que en este evangelio Jesús no facilita la comprensión de su persona. Manifiesta su poder milagroso, pero a la vez impone silencio; se aleja de los suyos, pero siempre está pendiente de ellos; revela su gloria en la transfiguración, pero impone reserva hasta su resurrección. Marcos evoca una figura desconcertante ante un auditorio desconcertado.

¿Quién es el seguidor de Jesús para Marcos? Paralelamente al desconcertante misterio de la identidad de Jesús, Marcos desarrolla en su evangelio la no menos desconcertante condición del discípulo; parece como si el primer plano de su narración lo ocupara dicha relación, que se desarrolla como una catequesis progresiva. Siempre están juntos, pues para eso los eligió: «para que convivieran con él» (3,14). Todo lo hace en presencia de ellos. Estos discípulos, desde la perspectiva del evangelista, simbolizan a los destinatarios, de aquel entonces y de ahora, a quienes dirige su evangelio. Es esta relación la que estructura el plan de su obra.

En la primera parte (1,1–8,30), Jesús va implacablemente desmantelando todas las ideas preconcebidas que tenían de Dios y del Mesías prometido. El trabajo es arduo. No entienden sus parábolas (4,13); tienen miedo ante su poder (4,41); tampoco entienden sus milagros (6,52; 7,37). Parece como si todas sus instrucciones cayeran en saco roto (8,17-21).

La sanación del ciego de Betsaida (8,22-26) da comienzo a la sanación de la ceguera de sus propios discípulos, dramatizada en la confesión de Pedro (8,27-30). Ambas escenas ocupan el quicio del evangelio. A partir de entonces, la catequesis de Jesús se centra en la condición sufriente del Mesías, una cruz que debe cargar el discípulo que quiera seguirle (8,34). Les anuncia tres veces su próxima pasión, muerte y resurrección. Ellos siguen sin comprender, pero el camino está ya despejado para que sea su misma muerte silenciosa en la cruz la que desvele definitivamente el misterio de su identidad.

Así llega Marcos al punto culminante de su relato, en la confesión de un centurión: «realmente este hombre era hijo de Dios» (15,39). Esta confesión es como la respuesta a la voz del Padre al principio de su evangelio: «Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto» (1,11). El centurión representa a Roma, el poder pagano de aquel entonces, que por la cruz llegará a la fe. Pero también representa a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos a quienes el Mesías, Jesucristo, sale a su encuentro y les invita a descubrirlo y a reconocerlo como Hijo de Dios y Salvador del mundo en situaciones de cruz, de muerte y de desesperanza. Para ellos y ellas escribió Marcos su evangelio.

Sinopsis. Inicia el evangelio con una pequeña introducción que prepara a Jesús para su ministerio (1,1-13). Sigue a esta introducción la actividad que realiza en Galilea (1,14–7,23). Tras un intermedio en Fenicia y Cesarea (7,24–8,26), sucede el cambio decisivo, con la confesión de Pedro, la transfiguración, el anuncio de la pasión, y el camino hacia Jerusalén (8,27–10,52). En Jerusalén, Jesús es presentado como profeta y Mesías (11–13), cuyos contenidos y características se desarrollan en el relato de la pasión y resurrección (14,1–16,8). Hasta aquí la obra de Marcos. Posteriormente, alguien le añadió un apéndice (16,9-20) para paliar un poco su final desconcertante.

Comentarios

1,1 Prólogo. El primer versículo es una especie de prólogo con el que Marcos indica lo que va a tratar: «la Buena Noticia de Jesucristo». La expresión «Comienzo» señala no sólo el inicio de su obra, sino también una nueva etapa en la historia de salvación: el Nuevo Testamento. El centro de esta Buena Noticia es Jesús.

¿Quién es Jesús? Marcos lo irá revelando progresivamente. De momento sólo lo enuncia: Jesucristo es el «Hijo de Dios». Este enunciado irá adquiriendo contenidos sorprendentes, hasta llegar a su cumbre, casi al final del evangelio, cuando un centurión romano, al ver cómo Jesús muere, exclama: «Realmente este hombre era Hijo de Dios» (15,39). Así pues, la revelación de Jesús como Hijo de Dios confiere sentido a todo el relato evangélico, y la presencia del enunciado al inicio y al final lo confirma.

1,2-8 Juan el Bautista. Marcos recuerda la profecía que anuncia la cercanía del tiempo mesiánico (2s). Aunque la atribuye a Isaías (2a), la primera parte (2b) es una combinación de Éx 23,20 y de Mal 3,1. La segunda parte (3) sí que es de Is 40,3. El tiempo mesiánico está cerca, la voz de su mensajero ya se escucha.

Juan es el mensajero anunciado (2-4). El esperado «Elías» que preparará el camino al Señor (cfr. Mal 3,23). Y lo hace con un bautismo de arrepentimiento, de cambio de vida (5). Su forma de vestir y de alimentarse lo revelan como profeta (6; cfr. 2 Re 1,8; Zac 13,4).

Probablemente muchos lo confundían con el Mesías. Marcos aclara esta situación, su condición ante Jesús es incluso inferior a la de un siervo con su señor (7). Juan sólo puede bautizar con agua (exteriormente); en cambio Jesús bautiza con espíritu.

1,9-11 Bautismo de Jesús. Jesús asume nuestra condición de pecadores, con ello expresa su determinación de dar la vida a favor de los demás. El descenso del Espíritu confirma la reapertura de la comunicación entre el cielo y la tierra. Dios se hace accesible a la humanidad por medio de Jesús, su Hijo (cfr. Sal 2,7; Is 42,1).

1,12s La prueba en el desierto. El hecho de ser Hijo de Dios no exime a Jesús de su condición humana. Por eso el mismo Espíritu que recibe del Padre en el bautismo, es el que le empuja al desierto. El desierto para el pueblo de Israel era tradicionalmente lugar de prueba y de toma de decisión, allí debía aprender a confiar en Dios (cfr. Dt 8). Los cuarenta días recuerdan las pruebas sufridas por Moisés (Éx 34,28) y Elías (1 Re 19,8). Satanás hacía parte de la corte celestial y actuaba como fiscal (Job 1s; Zac 3,1s) o como Adversario del proyecto divino (Ap 12,7-9). A diferencia de Mateo y de Lucas, Marcos no dice nada más sobre las pruebas. Eso sí, deja claro el triunfo de Jesús: su abandono en la providencia de Dios, expresado en la convivencia con los animales y en el servicio que le brindan los ángeles (13).

1,14s Comienza su proclamación. Este breve pasaje concluye la introducción del evangelio (1-13) y da comienzo a una nueva etapa: la intensa actividad de Jesús en Galilea, que empieza precisamente cuando termina la de Juan el Bautista (14a). «Proclamar» o «predicar» es la actividad principal de Jesús. «Se ha cumplido el tiempo» indica el comienzo de una nueva etapa en la historia de la salvación. «El reino de Dios» no es un lugar sino una experiencia de vida bajo los parámetros del proyecto divino (vida, justicia, solidaridad, fraternidad, paz). La presencia de Jesús hace cercano ese reino. «Arrepentirse» significa cambiar de rumbo, volver a Dios, en este caso, creer en la Buena Noticia de Jesús.

1,16-20 Llama a sus primeros discípulos. Jesús llama, elige a sus discípulos, para dar sentido comunitario a su misión. Sin comunidad no hay reino. Tradicionalmente los discípulos buscaban a su maestro. Aquí es Jesús el que toma la iniciativa: llama a sus discípulos y los hace pescadores de hombres, metáfora que da sentido universal a su misión.

Por otro lado, los discípulos responden con prontitud al Maestro, y dejándolo todo le siguen. En esto consiste la vocación cristiana. Es el seguimiento radical a Jesús: Camino, Verdad y Vida.

1,21-28 Enseña y exorciza en Cafarnaún. Jesús enseña y actúa con una autoridad que se fundamenta en el poder liberador de Dios. En lenguaje y mentalidad de la época, el evangelista presenta su lucha contra los poderes que oprimen a la humanidad. El exorcismo que realiza al hombre «poseído», es una invitación a sus discípulos para luchar, en el anuncio del Evangelio, contra todo tipo de «posesión» que someta y denigre a la humanidad.

La gente comienza a admirarlo pues su prédica y su enseñanza van de la mano, es una, es coherente. Esta admiración suscita, desde ya, intriga sobre su identidad: «¿Qué significa esto?» (27).

1,29-39 Sana y exorciza en torno a la casa – Oración y misión de Jesús. La referencia a la casa (1,29.33; 2,1s.15; 3,20; 7,17; 9,28.33; 10,10) probablemente sea una alusión al lugar de encuentro de la comunidad de Marcos, en ella Jesús sigue actuando y hacia ella concurre mucha gente.

La suegra de Pedro simboliza la situación de exclusión que sufrían las mujeres ancianas y enfermas. Los discípulos interceden por ella como un acto de solidaridad con el necesitado. Con tres verbos Jesús indica el mejor modo para relacionarse con el oprimido: acercarse, entrar en contacto con él y levantarlo (31). Jesús espera que quien sea sanado, levantado o liberado, se ponga al servicio de la causa del reino. Esto es parte de la identidad cristiana.

Las sanaciones se extienden a todos los que se acercan al Maestro, y revelan a un Jesús solidario, que pasa del discurso a la práctica liberadora.

Con su ejemplo, Jesús enseña la importancia de la oración al comenzar toda jornada misionera.

¿Por qué todos lo buscan?, ¿por los milagros o porque quieren adherirse a su proyecto? Jesús sabe que todo entusiasmo basado sólo en los milagros y no en el proyecto total del reino de Dios falsea su misión.

1,40-45 Sana a un leproso. A un leproso en aquel tiempo se le trataba como a un «muerto viviente»; era aislado, despreciado y condenado a estar lejos de los demás y de Dios, lejos de la vida. Esto lo establecía incluso la Ley (Lv 5,3; Nm 5,2), ya que sólo así se garantizaba la salud y la pureza del pueblo. Pero la fe del leproso y el amor de Jesús superan todas estas circunstancias, hacen realidad la Buena Noticia del reinado de Dios.

De nuevo, tres verbos muestran la ternura y la cercanía de Jesús con los marginados: compadecerse, extender la mano y tocar. Jesús no se conforma con estar cerca, sino que pasa a transformar la realidad de marginación sanando al leproso: Ya sano, el leproso vuelve a la vida, es restablecido no sólo físicamente sino también social y espiritualmente.

A pesar de la prohibición, el leproso se convierte en un evangelizador que propaga las acciones liberadoras de Jesús. La prohibición de divulgar lo sucedido se conoce como «secreto mesiánico», que desde la perspectiva del evangelista, es una manera de decir que el proyecto de Jesús sólo podrá ser comprendido correctamente después de su muerte y resurrección.

2,1-12 Sana a un paralítico. Marcos presenta en un solo bloque (2,1–3,6) cinco controversias con los más duros opositores de Jesús y de las primeras comunidades cristianas: letrados, fariseos, discípulos de Juan, herodianos. La Buena Noticia que alegra a los marginados, asusta, en cambio, a las autoridades religiosas y políticas.

Este pasaje resalta la solidaridad y la fe de cuatro amigos y un paralítico, que a toda costa buscan estar cerca de Jesús. Por su parte, Jesús restablece al paralítico de modo integral. En aquel tiempo las enfermedades eran consideradas consecuencias de pecados, y los enfermos, pecadores; así pues, eran marginados de la vida social y religiosa del pueblo. Por eso, Jesús primero perdona sus pecados al paralítico (aspecto religioso), lo levanta (aspecto físico) y le ordena ir a los suyos, a su casa (aspecto social).

2,13-17 Llama a Leví: comparte la mesa con pecadores. Los recaudadores de impuesto o publicanos eran considerados traidores del pueblo, y por la Ley, pecadores e impuros. Al llamar a Leví, Jesús rompe las barreras de la Ley y hace realidad la universalidad del Evangelio. Leví, por su parte, al levantarse de su sitio, abandonar su oficio y seguir a Jesús, rompe con su pasado y se compromete a una vida nueva que le ofrece el Maestro con su llamado.

Jesús no excluye a nadie. Su invitación es universal y radical, por eso comparte la mesa con gente pecadora. Compartir la mesa no sólo significaba compartir los alimentos, sino también, la vida misma. Expresaba la estrecha unidad de los comensales. Esto escandalizaba a los letrados; pero Jesús ironiza esta actitud, ya que Dios no quiere la muerte, sino la vida de todos.

2,18-22 Sobre el ayuno. De un banquete, en el pasaje anterior, pasamos en éste al ayuno. Los adversarios son ahora los discípulos de Juan y los fariseos. Aunque la Ley exigía un día de ayuno anual (Lv 16,29; Nm 29,7), el afán de perfección de los fariseos los llevó a ayunar dos veces por semana (Lc 18,12). 

Jesús no niega el ayuno; sólo que no cabe practicarlo cuando estamos de fiesta celebrando un nuevo pacto de amor, una nueva alianza entre Jesús (novio) y su pueblo (cfr. Jn 3,29; 2 Cor 11,2; Ef 5,32; Ap 19,7; 21,2). En el Antiguo Testamento es común la presentación de Dios como el esposo de Israel (Os 2,19; Is 54,4-8; 62,4s; Ez 16). Cuando el novio sea asesinado por quienes no soportan la alegría de su Buena Noticia, entonces ayunarán. El proyecto de Jesús no encaja en el modelo religioso y político dominante de su pueblo.

2,23-28 Sobre el sábado. La Ley permitía calmar el hambre cortando espigas al pasar por un sembrado, excepto en sábado (Éx 34,21; Dt 23,26). Los discípulos que han aprendido de Jesús la libertad frente a la Ley son ahora acusados por los fariseos de no acatarla. Jesús, al mejor estilo de los letrados, acude a las Escrituras (1 Sm 21,1-7) para discernir cuándo una ley es liberadora u opresora. El criterio es el ser humano. Ninguna ley, palabra o acción que lo oprima, margine o excluya puede tener el respaldo de Dios. 

3,1-6 Sana en sábado. Jesús ratifica a sus oponentes que los excluidos por una falsa interpretación de la Ley son, ahora, el centro de la acción divina. Por eso, a pesar del sábado, actúa con apremio, pues la opción por la vida y por los pobres es inaplazable y se debe asumirla aun con el riesgo de perder la propia vida.

El poder político (herodianos) y el poder religioso (fariseos) se unen para optar y planear la muerte de Jesús. La dureza de corazón y el silencio cómplice hacen que los poderosos sigan solucionado los conflictos a través de la violencia cainita.

3,7-12 Una gran multitud se le acerca. Este pasaje es un sumario o resumen de la actividad de Jesús. Los seguidores se multiplican. La misión se hace universal. Los enfermos siguen siendo sanados. Los espíritus inmundos reconocen la filiación divina y el poder sobre el mal de Jesús. Se afirma el mandato de guardar silencio (secreto mesiánico). 

3,13-19 Los Doce. La montaña simboliza el lugar privilegiado para el encuentro con Dios (cfr. Éx 19,20; 24,12; Nm 27,12; Dt 1,6-18). Jesús llama a los que Él quiere. La iniciativa es de Él, no de los discípulos. Y los llama para formar comunidad, un nuevo pueblo (simbolizado en el número doce, como las doce tribus en los inicios del pueblo de Israel). La misión de este pueblo es ser testigo y testimonio del reino de Dios. He aquí dos características importantes del seguimiento de Jesús: la comunidad y la misión.

3,20-30 Jesús y Satanás. La iniciativa de «formar» un nuevo pueblo de Dios recibe reacciones distintas. La multitud que sigue a Jesús la apoya, pero un grupo más pequeño y cercano, que incluye sus familiares, la rechaza. 

A éstos, se suman los letrados de Jerusalén, quienes utilizan la difamación para negar lo evidente: Afirman que el poder de Jesús no proviene de Dios, sino de Belcebú o Satanás. Pero por medio de comparaciones, Jesús deja claro dos cosas: que su poder viene de Dios, pues lucha contra las fuerzas del mal: «¿Cómo puede Satanás expulsarse a sí mismo?»; y que son ellos, los letrados, los verdaderos blasfemos. El pecado contra el Espíritu es aquel que niega y se cierra a la manifestación liberadora de Dios. En el caso de los letrados, no sólo la niegan sino que van en contra de ella difamándola.

3,31-35 La madre y los hermanos de Jesús. Jesús aprovecha la visita de su familia para enseñar algo fundamental: no podemos ser mezquinos con los asuntos del reino atándonos a nuestra familia biológica. La verdadera familia de Jesús, la familia del reino, traspasa las fronteras biológicas y étnicas, y la constituyen todos los hombres y mujeres que hacen la voluntad de Dios.

4,1-9 Parábola del sembrador. Marcos presenta a Jesús en su faceta de Maestro. Cercano al sentir del pueblo enseña con parábolas. Empieza con la «del sembrador», en la que resalta: la universalidad del anuncio de la Buena Noticia, en todo tipo de tierra cae el grano, la semilla; y la abundancia de la cosecha de la tierra buena. Así también sucede con el anuncio del reino.

4,10-12 Propósito de las parábolas. De un escenario público, pasamos a lo privado. El grupo más cercano pregunta sobre el propósito de las parábolas. Y la respuesta de Jesús es a simple vista desconcertante. ¿Qué pretende con esto? Advertir el carácter misterioso del reino, está presente pero a la vez oculto. Quien se cierra a él es como aquel que mira pero no ve, escucha pero no entiende (Is 6,9s).

4,13-20 Explicación de la parábola del sembrador. Con esta explicación, realizada en un ámbito privado, Jesús invita a sus discípulos a reflexionar sobre sí mismos. ¿Qué disposición tienen ante su Palabra: el anuncio del reino?

Los biblistas ven en este pasaje una interpretación muy antigua de la parábola de Jesús. De hecho, mientras que en la parábola se resalta la acción del sembrador y la suerte de la semilla (1-9), aquí se resalta la calidad del terreno.

Sólo si la semilla, es decir, la Palabra, cae en terreno bueno, dará fruto; por eso los discípulos debemos estar bien dispuestos a recibir la Palabra, como la tierra fértil de la parábola, para que al recibirla renueve nuestro interior y produzcamos frutos de liberación y de vida, signos de la presencia del reino.

4,21-25 Diversas sentencias. Jesús sigue instruyendo a sus discípulos. La lámpara (21s) representa la Buena Noticia que debe ser proclamada sin miedo, para que toda la humanidad se sirva de su resplandor.

La respuesta a la proclamación de la Buena Noticia (24s) debe ser como una medida desbordante, generosa, como el grano que cae en tierra fértil.

4,26-32 Parábola de la vitalidad de la semilla – Parábola de la semilla de mostaza. El tema de estas parábolas es el proceso dinámico y paradójico del reino. 

Con la primera se resalta su fuerza vital: crece progresivamente en el silencio, desapercibido, más allá de los éxitos y fracasos humanos, pues es Dios mismo quien lo hace crecer. Esto no niega la participación humana, pues en la parábola se habla de la siembra y de la cosecha que realiza el agricultor.

Con la segunda se plantea su carácter paradójico, aparentemente se trata de algo insignificante; pero una vez en movimiento, no tiene fronteras, está abierto a todos.

Estas dos parábolas son un mensaje de ánimo y de esperanza, no sólo para los discípulos de aquel entonces, sino también para nosotros, los discípulos de ahora. Es una invitación a trabajar en los asuntos del reino, confiando nuestros esfuerzos en el poder de Dios.

4,33s Uso de las parábolas. Con estos versículos, Marcos concluye su presentación de Jesús como Maestro. La expresión «conforme a lo que podían comprender», no se refiere sólo al aspecto intelectual, sino también a la disposición para acoger a la Palabra.

4,35-41 Calma una tempestad. Conforme a la universalidad del anuncio del Evangelio, Jesús se dirige ahora a tierra de paganos. Para ello debe cruzar el «lago», término que en la traducción hemos preferido a «mar», pues el «mar de Galilea», propiamente no es un mar sino un lago, como lo expresa muy bien Lucas (Lc 8,22). En la tradición judía el mar era símbolo del mal. Desde esta perspectiva el viento huracanado puede ser considerado obra de los espíritus del mal que intentan impedir que el reino de Dios llegue a los pueblos paganos. Por un momento, logran resquebrajar la fe de los discípulos.

Pero Jesús entra en escena. Como si estuviera expulsando un demonio, ordena calma al mar y al viento. Luego desenmascara la falta de fe de los discípulos, evidenciando lo mucho que les falta por aprender. Los discípulos, por su parte, quedan perplejos ante el poder de Jesús, pues sólo Dios era el único capaz de dominar el mar (Sal 107,23-32).

5,1-20 Exorciza en Gerasa. En este pasaje no se menciona a los discípulos; probablemente su falta de fe o de credibilidad los mantiene en la distancia.

El geraseno no sólo está poseído y esclavizado por un espíritu inmundo, sino que sus propios hermanos lo tratan como tal: encadenándolo en varias ocasiones. El sepulcro indica que es un hombre «muerto» para su comunidad.

Espíritus inmundos, esclavitud, muerte e impureza (cerdos), simbolizan la situación del mundo pagano dominado por el maligno. El endemoniado rechaza a la gente de su pueblo; sin embargo, busca a toda costa acercarse a Jesús, Hijo de Dios, que actúa con poder.

El reino de Dios, que se manifiesta en el poder de Jesús contra los espíritus del mal y en el milagro como acto supremo de solidaridad, llega también al mundo pagano. Su acción no tiene límites. Sin embargo, el pueblo antes que alegrarse por la vida del hermano que ha sido rescatado del sepulcro, se preocupa por la pérdida de sus bienes ( los cerdos), por eso piden a Jesús que se retire de su territorio. Jesús respeta esta decisión, pues su mensaje liberador no puede ser impuesto de manera violenta. No obstante, ordena al geraseno quedarse en su región para que anuncie la Buena Noticia que el mundo pagano sigue sin entender.

5,21-43 Sana a una mujer y resucita a una niña. Mientras los gerasenos echan a Jesús de su territorio, Jairo, el jefe de la sinagoga le suplica que vaya a su casa. Jairo reconoce que su institución religiosa ha perdido el horizonte de la vida y va a buscarla en Jesús, quien la da en abundancia. La Ley sin el horizonte de la vida pierde su sentido; por eso, ni Jairo ni la mujer hemorroísa dudan en violarla; el primero cuando se acerca al hombre que sus colegas consideran hereje, y la hemorroísa, cuando toca a Jesús, algo prohibido por La Ley (Lv 15,19-31).

La mujer trata de ocultar el milagro ante el gentío, porque sabe que podrían maltratarla si se enteran de que estando impura ha permanecido entre ellos. Jesús, sin embargo, la hace visible y la felicita porque ha comprendido la fe como una fuerza de vida que libera.

La hija de Jairo muere a los doce años. La fe del jefe de la sinagoga contrasta con la fe de quienes se ríen de Jesús. Esa fe unida a la opción de Jesús por la vida, liberan a la niña de la muerte. Jesús exhorta a los testigos a callar lo acontecido (secreto mesiánico).

Tanto la hemorroísa como la niña simbolizan al antiguo pueblo de Dios (doce tribus) esclavizado por leyes de muerte, que es invitado a convertirse, por medio de la fe, en el nuevo pueblo de Dios, libre y regido por la vida.

6,1-6 En la sinagoga de Nazaret. La fe de Jairo y de la hemorroísa contrasta con la falta de fe de los nazarenos. Jesús vuelve a su tierra natal. La gente se admira de su sabiduría, pero no lo aceptan por su origen familiar y pobre. No pueden creer que Dios se manifieste en lo humilde y lo cotidiano. Por encima del rechazo de sus paisanos, Jesús manifiesta su dimensión profética, una espiritualidad que identifica a todos los que luchan por la justicia en favor de los pobres y anuncian el juicio de Dios a los que oprimen al pueblo.

En la lengua semita, la palabra «hermanos» tiene un sentido más amplio, se utiliza también para designar la relación entre primos y tíos, por ejemplo en la relación de Abrán y Lot (Gn 12,5: sobrino Lot; Gn 13,8: hermano Lot). Por tanto este pasaje no dice necesariamente que María tuviese más hijos que Jesús.

6,7-13 Misión de los Doce. Los discípulos pasan a una nueva etapa en su formación misionera. El Maestro los envía con poder para anunciar el reino. El ir de dos en dos es signo de igualdad y apoyo mutuo. Para que no se sientan superiores a los demás, deben llevar lo estrictamente necesario. El testimonio de pobreza, de sencillez, de inserción en la realidad, de respeto a la cultura y de atención a las necesidades del pueblo, debe despertar entre la gente una solidaridad, que garantice el sostenimiento digno de los misioneros. Donde no se manifieste esta solidaridad, hay que sacudir el polvo de los pies, como hacían los judíos al salir de tierras paganas. De todos modos la prioridad de los misioneros es el anuncio del reino antes que la búsqueda de comodidades.

6,14-29 Muerte de Juan el Bautista. Por primera vez, Jesús está solo y no es el protagonista del relato. El tetrarca Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande, confunde a Jesús con Juan Bautista resucitado. Muchos dirigentes en el mundo siguen confundiendo a Jesús con un dios hecho a la medida de sus intereses. 

La descripción del martirio de Juan muestra la crueldad a la que llegan los poderosos para callar la conciencia crítica de los profetas de todos los tiempos. También es un signo premonitorio de lo que le espera a Jesús, a los discípulos y a todos los que se toman en serio la opción por la vida como base fundamental del reino de Dios.

6,30-44 Da de comer a cinco mil. Por primera y única vez aparece el título de «apóstoles» (apóstol significa enviado), esto si consideramos el título en 3,13 como un añadido posterior. Marcos prefiere hablar de discípulos (48 veces). 

Después de cada misión es necesario dedicar tiempo a los informes y a la evaluación, pero, sobre todo, a estar cerca de Jesús para recuperar las fuerzas.

La compasión-misericordia no se queda en palabras, sino que busca alternativas. La expresión «ovejas sin pastor» (Nm 27,17; 1 Re 22,17) ratifica la crítica de Jesús a los dirigentes religiosos y políticos de Israel que dispersan y extravían a su pueblo (Is 56,9-12; Jr 50,6; Ez 34). Ante la pregunta, ¿qué hacer con la multitud?, los discípulos proponen despedir a la gente, desentenderse de ella; en cambio Jesús propone todo lo contrario: la solidaridad.

Los discípulos replican: «Tendríamos que comprar pan por doscientos denarios para darles de comer». ¿A qué equivaldría hoy en día esta cantidad? Fundamentándonos en la paga justa que propone Jesús en la parábola de Mt 20,1-16, a un denario por jornal, podríamos concluir que a más de medio año de sueldo de un jornalero.

Cuando se da con espíritu solidario no se busca la sumisión o la humillación del hermano, sino su libertad. La multitud tiene cinco panes y dos pescados. El número siete significa totalidad, por tanto, lo que hay alcanza para todos. Como el buen pastor que recoge las ovejas descarriadas, Jesús manda recostarse sobre la hierba (Sal 23,2). Con la multiplicación de los panes, Jesús inaugura un nuevo éxodo con un nuevo maná, revelando que donde hay solidaridad el pan de la Palabra y el pan material alcanza para todos. Sus gestos y palabras (bendecir, partir, dar y repartir) anticipan el banquete eucarístico (14,22). Lo que sobra hay que ponerlo en común para que la espiral de la solidaridad se siga multiplicando. Los doce canastos simbolizan el nuevo pueblo de Dios.

6,45-52 Camina sobre el agua. Por segunda vez Jesús se retira al monte a orar (3,13). La barca y el cansancio por el viento en contra, simbolizan la comunidad de discípulos que cree y ama a Jesús, pero que no termina de entender su mensaje. Por esto, no lo reconocen cuando se acerca, pues sólo ven al Jesús hombre y no al Jesús-Dios.

6,53-56 Sanaciones en Genesaret. En este nuevo sumario o síntesis (1,32-39; 3,7-12) el evangelista resalta la itinerancia misionera de Jesús que busca a la gente de pueblo en pueblo, y la fe de la gente que se acerca a Jesús para encontrar alivio a sus dolencias y exclusiones. 

7,1-23 Sobre la tradición – Sobre la verdadera pureza. Jesús no pretende ignorar las tradiciones de su pueblo, sólo busca combatir el concepto legalista de pureza que discrimina y excluye a los enfermos, los pobres, las mujeres y los paganos. 

Los discípulos no cumplen las normas de pureza porque ya habían comenzado a liberarse de leyes que esclavizan y no están al servicio de la vida (2,18.23s). Jesús responde a la crítica de los letrados y fariseos acudiendo, en primer lugar, a las Escrituras (6-8), donde la tradición profética condena la hipocresía del culto sin justicia y de creyentes de la Palabra sin coherencia de vida (cfr. Is 1,10-18; 29,13; 58,1-12; Jr 7,1-28; Am 5,18-25; Zac 7). 

En segundo lugar, Jesús se basa en hechos de la vida cotidiana (9-13) para desenmascarar las artimañas de quienes controlan la Ley para manipular la Palabra de Dios; por ejemplo, con la práctica del corbán (ofrenda, don), que consistía en que si un hijo declara que una propiedad o cierta cantidad de dinero está destinada a Dios queda exento del mandamiento que obliga el cuidado de los padres. A Dios no le agradan las ofrendas que son fruto de la injusticia. 

Volviendo al tema de la pureza, si Dios todo lo creó puro, nada de lo que hay en la creación es impuro. Jesús declara que son el corazón y las acciones del ser humano lo que hace que algo sea bueno o malo a los ojos de Dios. Lo que purifica a una persona es el amor, la solidaridad, la justicia, la misericordia, la entrega a los demás.

7,24-30 La fe de una mujer cananea. A Marcos, que evangeliza en medio de paganos, le interesa subrayar la actividad de Jesús entre los no judíos. Los planes misioneros de Jesús contemplaban en una primera etapa la evangelización del mundo judío. Sin embargo, una mujer, pagana por su religión y sirofenicia por su nacionalidad, con una fe sencilla y firme, logra que Jesús cambie sus planes permitiendo que la novedad del Evangelio también llegue a la casa de los paganos. Notemos que la mujer llama a Jesús «Señor», única vez que aparece este título en Marcos, reconociéndolo no sólo como taumaturgo, sino como salvador. La expresión «perros» era común entre los judíos para referirse a los paganos. Al volver a su casa, la madre descubre que la Palabra de Jesús y su fe han devuelto la vida a su hija. 

7,31-37 Sana a un sordomudo. La novedad del Evangelio continúa en territorio extranjero, esta vez en la Decápolis. El sordomudo simboliza la actitud cerrada del mundo pagano frente al proyecto de Dios: sordo para escucharlo y tartamudo para proclamarlo. La sanación del sordomudo ratifica la actitud de los paganos que poco a poco abren sus oídos a la Palabra de Dios.

8,1-10 Da de comer a cuatro mil. Marcos presenta un segundo relato de la multiplicación de los panes, muy parecido al anterior (6,34-44), especialmente en sus dos claves de lectura: la compasión y la solidaridad; pero difiere en su contexto, que es notablemente pagano.

Con esto el evangelista pretende confirmar la universalidad del Evangelio. En efecto, a diferencia del primero, éste ocurre en territorio pagano. Los números que predominan no son el cinco y el doce, sino el siete, que en el Antiguo Testamento evoca a las naciones paganas (Dt 7,1) y el cuatro (cuatro por mil) que simboliza el mundo entero por los cuatro puntos cardinales. La novedad lo constituye el número tres, que en la Biblia expresa el tiempo esperado para la manifestación de Dios (Gn 22,4; Éx 19,16; Jos 1,11; Os 6,2; Lc 24,7; Jn 2,1, etc.). La otra diferencia radica en la oración de Jesús; en el primero «bendice» y en éste «da gracias», oración típica del helenismo.

8,11-21 Le piden una señal celeste – Ceguera de los discípulos. Los fariseos piden a Jesús una señal. Jesús aprovecha la ocasión para enseñar que los signos o milagros que realiza son acciones de solidaridad y no espectáculos callejeros; los milagros, pues, no pretenden comprar la fe de la gente y una fe dependiente de los milagros genera creyentes sin compromiso. En una palabra, la fe no puede depender de los milagros; al contrario, son los milagros los que dependen de la fe.

La levadura (15) es aquí signo negativo de fermentación, que hace crecer el pan de la incomprensión y la incredulidad, típico de los fariseos y herodianos (cfr. 3,6). La controversia se traslada ahora a los discípulos. Con una serie de preguntas Jesús los reprende duramente, comparando su incredulidad e incomprensión con la de sus adversarios.

8,22-26 El ciego de Betsaida. Interpretamos este relato desde lo simbólico. El ciego representa a todos los que no pueden «ver» el proyecto de Jesús. La sanación, todavía imperfecta del ciego, representa a los discípulos que, aunque ven y viven con Jesús, no terminan de comprender su Palabra. La sanación total del ciego antecede a la confesión de Pedro, y es como modelo de la sanación de la ceguera de los propios discípulos. Así como la sanación del ciego se da por etapas, la fe también requiere un proceso gradual de maduración y crecimiento. 

8,27-30 Confesión de Pedro. Cesarea de Felipe es testigo de un momento central en el itinerario misionero de Jesús. La mención del «camino» (27) es un dato teológico que se repite con frecuencia para resaltar la decisión de Jesús de «subir» a Jerusalén. Mientras la multitud sigue sin identificar a Jesús, los discípulos dan un paso adelante al confesar que es el Mesías (Cristo, en griego, que significa Ungido). 

Así pues, ya todo está listo para que inicie su camino que va de Galilea a Jerusalén. Pero, ¿a qué tipo de Mesías se refiere Pedro?

8,31–9,1 Primer anuncio de la pasión y resurrección – Condiciones para ser discípulo. Jesús comienza a desvelar su identidad mesiánica. Pedro, con su concepción propia que excluye un Mesías sufriente, intenta obstaculizar el camino de Jesús. Por eso es llamado Satanás, porque actúa igual que el Tentador (cfr. 1,12; Mt 4,1,11). 

Jesús aprovecha para advertir a sus seguidores de las exigencias que implica seguir su mismo camino. Éstas son: compartir el camino de su pasión, dar la vida por la causa del reino, optar por la vida antes que por el egoísmo del mundo y sentirse orgulloso de Jesús y de su Palabra.

9,2-13 Transfiguración de Jesús. Seis días después del primer anuncio de la pasión, Jesús se transfigura para anunciar su gloriosa resurrección. 

Moisés representa la Ley y Elías los profetas; ambos simbolizan al Antiguo Testamento (Mt 22,40). La propuesta que hace Pedro a Jesús de quedarse a vivir en la montaña responde al miedo de ir a Jerusalén donde les espera la pasión; por eso, intenta impedir a toda costa que Jesús baje de la montaña. Como Pedro, son muchos los que prefieren la comodidad de la montaña antes que bajar de ella para enfrentar los riesgos de la vida cotidiana. De los tres personajes presentes sólo queda Jesús, el Hijo amado de Dios y a quien hay que escuchar. Jesús supera a Moisés y Elías e inaugura el Nuevo Testamento en continuidad con el Antiguo. 

El mandato de no contar a nadie lo sucedido, forma parte de lo que se conoce como secreto mesiánico. Sólo se puede comprender correctamente el mesianismo de Jesús, después de su pasión y resurrección.

9,14-29 Sana a un niño epiléptico. Este pasaje es un relato de exorcismo y sanación en el que Jesús establece un diálogo con tres actores distintos: la gente, el padre del enfermo y sus discípulos. Las claves del texto son la fe y la oración. El relato comienza y termina mostrando la incapacidad de los discípulos para sanar al niño enfermo; al final sabremos las razones: falta de fe y oración. El padre acude entonces a Jesús y le dice «si puedes hacer algo» (22). La frase expresa desesperación, necesidad, urgencia, pero también cierto grado de desconfianza en el poder de Jesús. La respuesta de Jesús «todo es posible a quien cree» indica que quien tiene fe todo lo puede, porque pone toda su confianza en el poder de Dios. Como diría Pablo, «ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí» (Gál 2,20). 

9,30-32 Segundo anuncio de la pasión y resurrección. Jesús no quería que nadie supiera de su presencia porque deseaba estar a solas con sus discípulos para anunciarles, por segunda vez, su pasión, muerte y resurrección. La expresión en voz pasiva de la entrega del Hijo del Hombre: «ser entregado», sugiere que es Dios quien lo entrega. Esto no supone una actitud sádica de Dios. Él entregó a su Hijo amado para que la humanidad fuera salvada, pero arrebatarle violentamente la vida dependía de los «hombres» (cfr. Is 53,12), una decisión que tomaron rápidamente aquellos que sintieron amenazado su poder. Los discípulos con su visión triunfalista no entienden que el Mesías deba pasar por la cruz.

9,33-37 ¿Quién es el más importante? El silencio de los discípulos indica la dificultad que todavía tienen para comprender y asumir con radicalidad las enseñanzas de Jesús. Respecto al poder, sus palabras son contundentes: no es la dominación sino la capacidad de servicio lo que identifica al discípulo. 

Poniendo a un niño en medio de ellos ilustra su enseñanza. Sobre un niño no se puede ejercer otro dominio que no sea el servicio y el amor. 

9,38-41 El exorcista anónimo. Los celos misioneros de Juan son descalificados por Jesús, pues una cosa es que los discípulos constituyan el grupo más cercano y otra, que se consideren los depositarios exclusivos del anuncio del reino. La universalidad del Evangelio no se refiere sólo a los destinatarios, sino también a los agentes. Los discípulos de Jesús deberíamos incluso propiciar alianzas o proyectos comunes con quienes, siendo de otras religiones o con quienes no profesan ninguna, dedican su vida al servicio de la humanidad. Hacer el bien es un evangelio universal.

9,42-50 Radicalidad ante el pecado. La radicalidad del Evangelio nos exige tomar opciones claras y coherentes por el proyecto de Jesús que es la vida, lo demás, es muerte. No podemos, pues, servir a dos señores (Mt 6,24).

10,1-12 Sobre el divorcio. Jesús abandona definitivamente Galilea para iniciar el camino hacia Jerusalén. Como de costumbre, siempre que puede enseña. Y de eso se aprovechan los fariseos para ponerlo a prueba.

A ellos no les interesa su postura ante el matrimonio, sino su interpretación de Dt 24,1 en torno al divorcio. Según la legislación judía sólo el varón tenía derecho a pedirlo; para la escuela de rabí Shamai sólo en caso de infidelidad; pero para la escuela de rabí Hillel por cualquier cosa que pudiera desagradar al marido, como quemar la comida, por ejemplo. 

Jesús responde primero con una pregunta: «¿Qué les mandó Moisés?», para luego remitirse al momento de la creación, en la que Dios crea al hombre y a la mujer en igualdad de condiciones. Con esto, distingue las limitaciones de las leyes humanas, de la eterna validez de las leyes divinas.

Y va más allá de la perspectiva de los fariseos, pues aboga por la validez permanente del matrimonio al insistir en la fidelidad al pacto de amor: «Así pues, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre». 

El matrimonio es un proyecto de amor que implica igualdad en derechos, dignidad y obligaciones, y excluye, por tanto, toda relación de dominación. Mientras haya amor, hay matrimonio y habrá corazón para soñar y para perdonar. 

10,13-16 Bendice a unos niños. Los discípulos siguen creyendo que tienen la exclusividad del reino. No han entendido que la tarea del misionero es acercar la gente a Jesús antes que impedírselo. El reino de Dios debe ser acogido como la actitud de aquellos niños, que al contrario de la actitud dañina de los fariseos, buscan con alegría y sencillez estar cerca de Jesús.

10,17-31 El joven rico. Al joven rico lo distingue el verbo «acumular»: riquezas, prestigio, méritos, etc. Jesús le propone un cambio, optar por el verbo «compartir»: su vida con Él (discipulado) y su riqueza con los pobres. Jesús, en la línea de los profetas (Is 3,14s; 5,8; Am 2,6-7; 4,1; Miq 3,1-4) denuncia a la riqueza: obstáculo para el reino. 

Al joven rico, aunque se esfuerza como persona en ser bueno, su riqueza lo convierte en constructor de una sociedad injusta y no del reino de Dios; el reino implica hacer de esta tierra un espejo del cielo donde la justicia, el amor y la paz estén al alcance de todos. 

Pedro, reconociendo la tendencia natural del ser humano a acumular, pregunta con preocupación, ¿quién puede salvarse? Jesús responde con dos claves: la salvación es un don de Dios y compartir la vida con Jesús y con los pobres (Buena Noticia) tiene su recompensa en este mundo y luego en la vida eterna. La opción por los pobres no excluye a los ricos; son los ricos los que se autoexcluyen por no optar por los pobres. 

10,32-34 Tercer anuncio de la pasión y resurrección. Jesús acepta conscientemente su destino, no porque sea un adivino, sino porque conoce su realidad y sabe que las autoridades religiosas y políticas eliminan a todos los que se oponen a sus intereses. Notemos el contraste entre Jesús, que va adelante, decidido y convencido de «subir» a Jerusalén, y los discípulos que le siguen con miedo. No terminan de entender que el seguimiento de Jesús implica avanzar por caminos, unas veces de fiesta y otras de pasión, pero que conducen siempre a experiencias de resurrección. Tres días es el plazo máximo para la intervención divina a favor del justo sufriente (Os 6,2).

10,35-45 Contra la ambición. No sabemos si Santiago y Juan, con su petición, están pensando piadosamente en la gloria de los cielos o, codiciosamente en la gloria y el poder de la tierra. Cualquiera de las dos interpretaciones no coincide con los planes de Dios, porque buscan intereses personales por encima de los demás, porque tergiversan el seguimiento de Jesús, que es ante todo una opción de vida y no un trampolín para obtener privilegios, y porque el camino de la gloria es el camino de la cruz. La copa es símbolo de sufrimiento (14,36) y el bautismo, símbolo de inmersión («sumergir») en la pasión y muerte de Jesús (Rom 6,3). Jesús aprovecha la ocasión para instruir a los discípulos sobre el tema del poder y del servicio. Los gobernantes y los poderosos utilizan el poder para abusar y oprimir al pueblo. Por el contrario, Jesús instituye el servicio como requisito fundamental para los animadores y dirigentes cristianos, sea en el campo religioso, político o económico.

10,46-52 Sana a un ciego. La sanación de Bartimeo es el último milagro de Jesús en el evangelio de Marcos. El pueblo que estaba a oscuras está próximo a ver la luz de la resurrección. Ante el grito de alguien que es ciego, mendigo, ubicado al borde del camino, que pide misericordia, y que grita a pesar de que todos quieren silenciarlo, Jesús se detiene y lo manda llamar. 

La fe está a punto de hacer otro milagro. El ciego, al dejar su manto, deja tras de sí una «vieja» vida para asumir una nueva detrás de Jesús. Quien estaba al margen del camino, ahora sigue a Jesús, que es el «camino».

11,1-11 Entrada triunfal en Jerusalén. Al llegar a Jerusalén, todo está listo para que se cumpla lo anunciado (8,31; 9,31; 10,33s). Jesús es presentado como el Mesías-Rey esperado, un rey pobre y humilde, que no trae la guerra sino la paz, según la profecía de Zac 9,9s. La intención de devolver el burrito también lo muestra como un rey justo y bondadoso. La gente saluda a Jesús con las palabras del Sal 118,25s. La expresión Hosana significa «sálvanos, por favor». La idea de rey que tiene Jesús no concuerda con la de la multitud que grita «Bendito el reino de nuestro padre David que llega», por su carácter nacionalista, guerrero y vengativo. 

11,12-14 Maldice la higuera. En la tradición bíblica, la higuera simboliza al pueblo de Dios (Os 9,10). Al llegar a Jerusalén, Jesús encuentra una sociedad que, teniendo la Palabra de Dios, no produce frutos (Miq 7,1; Jr 8,13), porque no cree que el «tiempo» del reino ya está en medio de ellos. Una sociedad así está condenada a la esterilidad. 

11,15-19 Purifica el Templo. La esterilidad se extiende al Templo, que aparece hermoso y frondoso pero igualmente sin frutos. El Templo ha perdido su identidad como casa de oración universal (Is 56,7), y se ha convertido en una cueva de ladrones que, según Jr 7,11, equivale a un depósito de bienes adquiridos injustamente. 

11,20-26 La higuera seca. La higuera estéril se ha secado. Jesús da tres claves para que las comunidades cristianas no caigan en la esterilidad ni en la sequedad: la fe sin reservas, la oración confiada y el perdón que favorece la comunión fraterna. 

11,27-33 La autoridad de Jesús. Los tres grupos que representan el sanedrín (el Consejo judío), reconocen la autoridad de Jesús; pero dudan de su origen. No entienden que la autoridad pueda ejercerse desde el servicio a los más pobres y no desde el poder y los privilegios. Jesús se defiende acudiendo a la memoria de Juan el Bautista, quien conquistó la autoridad gracias a su servicio profético. Los dirigentes, que no pueden negar el argumento de Juan el Bautista, deben aceptar implícitamente que la autoridad de Jesús también es divina, porque está puesta al servicio de la humanidad. 

12,1-12 Parábola de los viñadores malvados. Más que una parábola este pasaje es una alegoría muy cercana al texto griego de Is 5,1-7. Pero entre ellas hay una diferencia importante, mientras que la de Isaías se centra en la producción de la viña; la de Jesús, en cambio, en la de los viñadores.

La viña simboliza al pueblo de Dios, y los viñadores, a los dirigentes. El dueño de la viña (Dios) no cesa de enviar siervos (profetas) a pedir el fruto que espera de su viña: justicia, misericordia, verdad, etc. Sin embargo, los viñadores, los dirigentes del pueblo, no sólo no envían lo que corresponde al dueño de la viña, sino que también rechazan o eliminan a los siervos enviados.

Tanto ama Dios a su viña que manda en «último término» a su Hijo amado (1,11; 9,7), a Jesús. Los dirigentes lo reconocen, saben que es el heredero y deciden no sólo matarlo sino también borrarlo de la memoria del pueblo («lo arrojaron fuera de la viña»), para perpetuar su dominio. 

Dios interviene para salvar su viña: resucita a su Hijo amado y lo convierte en piedra angular del nuevo pueblo de Dios (Sal 118,22). 

Los animadores de las comunidades cristianas deben preguntarse cada día si son fieles a la misión del Señor, y si están produciendo los frutos que el Señor espera. 

12,13-17 Sobre el tributo al césar. Ahora los adversarios de Jesús son los fanáticos religiosos (fariseos) y los colaboracionistas con el imperio romano (herodianos). 

La pregunta tiene rasgos de hipocresía y de engaño mortal. Si Jesús responde que sí, queda mal con los judíos y, si responde que no, los romanos lo tildarán de revoltoso. Jesús, que sabe de sus intenciones, les pide una moneda, la del imperio romano de aquel entonces; ésta llevaba una imagen del emperador (Tiberio) y una leyenda que afirmaba su divinidad. Jesús pide devolver al césar lo que es del césar, reconociendo la autonomía del poder civil, pero rechazando su divinización. 

Jesús se opone a cualquier proyecto teocrático o dictatorial impuesto por gobernantes que se comportan como dioses o señores de mundo. 

A Dios lo que es de Dios significa que Dios no se identifica con ningún proyecto político en particular, sino con todos aquellos que optan por la vida y se ponen al servicio de las necesidades del pueblo. 

12,18-27 Sobre la resurrección. Llega el turno de los saduceos, quienes intentan ridiculizar la creencia en la resurrección de los muertos. Pero, Jesús les advierte de su error al interpretar las Escrituras, pues se guían más por sus propios intereses que por los de Dios. 

Jesús interpreta la resurrección, no como una continuación de la vida mortal (tesis farisea), sino como un estado de vida en plenitud con Dios. 

La controversia termina con una profesión de fe sobre la vida, que evoca a Éx 3,6.15 y prefigura el triunfo de Jesús sobre la muerte. Optar por el Dios de la Vida y por la vida del pueblo es un imperativo cristiano.

12,28-34 Sobre el precepto más importante. El fundamentalismo religioso de los fariseos y los letrados había multiplicado los mandamientos en aproximadamente seiscientos treinta, una barbaridad. Uno de los letrados, sinceramente confundido, pregunta a Jesús por el mandamiento principal. Jesús, fundamentándose en las Escrituras, responde que no es uno sino dos: el amor a Dios y el amor al prójimo. A lo que el letrado a modo de comentario añade que «amar al prójimo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Del amor a Dios, antes que ritos y promesas, debe nacer siempre el amor y la solidaridad por los hermanos (cfr. 1 Jn 4,20).

12,35-37 Sobre el Mesías y David. Jesús no acepta la filiación davídica por dos razones: primero, porque Él es más que David y segundo, porque rechaza la idea de un rey, que como David o cualquier otro, divide el mundo en clases sociales, impone pesados tributos, es nacionalista y excluyente, y se basa en la pedagogía de la violencia y no de la conciencia, etc. (cfr.1 Sm 8,10-18).

12,38-40 Invectiva contra los letrados. Los letrados o maestros de la ley eran apreciados y respetados por el pueblo. Sin embargo, Jesús los denuncia por hipócritas, corruptos y estafadores, que se aprovechan de la fe del pueblo para favorecer sus mezquinos intereses. 

12,41-44 La ofrenda de la viuda. Mientras los letrados sólo buscan acumular, la viuda da con generosidad. Ella representa al pueblo de Israel excluido social (viuda) y económicamente (pobre). Al contrario del joven rico, la viuda no da de lo que le sobra, sino que pone en manos de Dios todo lo que tiene. Jesús cambia así el concepto de limosna parcial por el de solidaridad total. 

13,1-13 Sobre la destrucción del Templo – Comienzo de los dolores. El capítulo 13 de Marcos es conocido como el «discurso escatológico». Con un lenguaje profético-apocalíptico y con la mirada puesta en el presente de la misión y en el final de la historia, el evangelista busca alentar la fidelidad de las comunidades cristianas en un Jesús que está a punto de ser crucificado. Este discurso hay que leerlo e interpretarlo, no con los ojos del miedo ante lo que se va a destruir, sino con optimismo y esperanza por lo que se está construyendo.

Mientras los dirigentes pretenden la destrucción de Jesús, Él predice la destrucción de las instituciones judías, simbolizadas en la majestuosidad del Templo. La destrucción del Templo está en estrecha relación con la propuesta de la construcción del reino de Dios. Las preguntas sobre el cuándo y sobre las señales indicadoras de la destrucción le permiten a Jesús comenzar el discurso escatológico. 

En los versículos 5-13, Jesús describe, con estilo profético, una realidad dominada por falsos mesías, por la violencia política (fraticida), económica (carestía) y ecológica, y por la persecución y la tortura de los buenos. La presencia de Dios en esta difícil realidad busca generar en la conciencia cristiana, esperanza, confianza y fidelidad en el proyecto de Jesús.

13,14-23 La gran tribulación. El ídolo abominable, en clara referencia a Antíoco IV Epífanes (Dn 9,27), continúa manifestándose en las autoridades romanas e israelitas, que amparadas en falsos mesías y profetas (Dn 13,2-4), legitiman la persecución y opresión de los pobladores urbanos y rurales, y el exterminio de las nuevas generaciones al mejor estilo del faraón en Egipto (Éx 1,16). 

Las comunidades cristianas deben saber que viviendo la experiencia del reino, confiados en el poder de Dios, podrán identificar los falsos mesías y los falsos profetas que siempre surgen en momentos de tribulación; y que tales momentos sólo son transitorios; pues su destino es la salvación (Dn 12,1). 

13,24-27 La parusía. El relato de la venida del Hijo del Hombre, ubicado en el centro del discurso escatológico, le imprime un fuerte carácter cristológico. 

La conmoción cósmica que precede a la parusía es algo típico de la literatura profética y apocalíptica, y sirve para introducir las grandes intervenciones de Dios, que generan radicales cambios en la historia (Is 13,10; 34,4; Dn 7,13s). La parusía se presenta como el día de la gran reunión de todo el pueblo de Dios; por esto, no puede ser un día de miedo sino de alegría.

13,28-37 El ejemplo de la higuera –Sobre el día y la hora. El discurso escatológico comenzó con la pregunta de los discípulos a Jesús sobre cuándo sucederá la destrucción del Templo. Ahora, concluye con una exhortación de Jesús a sus discípulos a ir más allá: a estar atentos, vigilantes y a la espera de la próxima venida del Hijo del hombre, su parusía. 

Para ello, como de costumbre, utiliza imágenes cercanas y conocidas por los suyos: el ejemplo de la higuera y del dueño de casa que marcha de viaje, pero que sus sirvientes no saben cuándo volverá.

Con esto, Jesús afirma que lo importante no es alimentar la pasividad, el conformismo y el miedo, esperando la destrucción del mundo o el juicio final, sino aprender a discernir los signos de los tiempos, a leer la voluntad de Dios en todos los momentos de nuestra vida y a estar vigilantes para asumir responsable y creativamente la construcción del reino de Dios. 

Hay que vivir en plenitud el tiempo presente y esperar la Parusía de Jesús con gozo. No debemos preocuparnos por «la fecha» de su venida, que ya vendrá, sino por encontrarlo ahora, en medio de nuestra vida cotidiana. 

Jesús resucitó y vive en medio de nosotros. No estamos esperando que «vuelva», porque en realidad nunca se ha ido. Lo que esperamos es su manifestación gloriosa, cuando el reino que ha anunciado irrumpa definitivamente en la historia y en toda la creación, pero, hasta que eso suceda, sus discípulos debemos ir anunciando con nuestra propia vida lo mismo que Él anunció: la Buena Noticia del reino de Dios (13,10).

No obstante, es comprensible, que la comunidad de Marcos esperara una próxima parusía: actitud propia de la primera generación cristiana, documentada en muchos escritos del Nuevo Testamento, por ejemplo, Pablo creía que lo iba a presenciar (cfr. 1 Tes 4,13-18), lo mismo algunos miembros de la comunidad de Tesalónica, a quienes el mismo Pablo exhorta a no dejarse engañar por aquellos que dicen que es algo inminente (2 Tes 2,1-12). 

Marcos intenta evitar interpretaciones precisas y confiadas al respecto. La conclusión de todo es una invitación a velar como actitud básica del cristiano. 

14,1s Complot para matar a Jesús. Comienza el camino de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Por su extensión, muchos consideran el evangelio de Marcos como «una historia de la pasión, precedida de una extensa introducción». El relato hay que leerlo en clave cristológica. 

Es miércoles y los planes para matar a Jesús se confirman, pero también, el miedo de los dirigentes a la multitud. Sin embargo, contrario a lo que se afirma, a Jesús sí lo matarán durante las fiestas, y la multitud no lo respaldará sino que terminará condenándolo.

14,3-9 Unción en Betania. En contraste con el odio de los dirigentes judíos, una mujer realiza un gesto anónimo y supremo de amor a Jesús (cfr. Cant. 1,12). El alto precio del perfume simboliza la calidad del amor. Derramarlo sobre su cabeza simboliza su donación total y la unción de Jesús como rey, pero un rey que triunfa, no desde el poder de sus ejércitos, sino desde la «debilidad» de la cruz. 

Mientras la gente lo considera un desperdicio, para Jesús se trata de una obra de misericordia que compromete a toda su persona y establece un lazo de solidaridad que va hasta la misma muerte. Con el anuncio de su muerte, Jesús ratifica la dignidad de su pobreza, dando todo lo que tiene, aun su propia vida, por la salvación de la humanidad.

14,10s Traición de Judas. En oposición a la generosidad de la mujer aparece la actitud sobornable y traidora de Judas Iscariote. Se insinúa el motivo del dinero; pero lo que impresiona al narrador es que sea «uno de los Doce». La traición del amigo es particularmente dolorosa (cfr. Sal 55,13-15).

14,12-16 Preparación de la cena pascual. En la fiesta pascual, antes de la puesta del sol se sacrificaba el cordero y después de la puesta del sol se celebraba la cena, en familia. Para preparar la cena, Jesús envía a dos discípulos, dándole al hecho un sentido misionero (6,7).

14,17-26 Anuncio de la traición – Institución de la Eucaristía. Durante la cena Jesús denuncia la traición de parte de uno de los Doce, uno que hipócritamente comparte el pan, expresión máxima de comunión y fraternidad. 

En este ambiente de traición donde se vende la vida de un inocente, Jesús ratifica, con la institución de la eucaristía, el ofrecimiento de su vida para el rescate de la humanidad. Jesús ofrece el pan que simboliza su cuerpo: quien coma de él lo acepta en su vida. Luego ofrece la copa, que simboliza la nueva alianza, alianza del nuevo pueblo de Dios constituido por quienes le siguen; la sangre derramada significa su muerte violenta, y beber del cáliz, implica asumir su sacrificio y comprometerse con su proyecto de vida. El canto de los himnos llamados Hallel (Sal 114–118) indica el final de la cena (26).

14,27-31 Anuncia el abandono de sus discípulos. El grupo se dirige al monte de los Olivos, donde Jesús hace un nuevo anuncio de su muerte y menciona las consecuencias entre sus discípulos: escándalo y dispersión (cfr. Zac 13,7). A la profecía de Jesús responde solamente Pedro, asegurando que, aunque todos se escandalicen, él no lo hará. Jesús desenmascara el orgullo de Pedro prediciendo su triple negación. 

14,32-42 Oración en el huerto. En Getsemaní («lagar de aceite») vuelven a aparecer las tentaciones: «alejar aquella hora», temor, angustia y tristeza. Jesús acude entonces a la oración (cfr. 1,33; 6,46) y a la compañía de tres de sus discípulos más cercanos (cfr. 5,37; 9,2), para pedirles que velen y oren. 

La plegaria de Jesús está dividida en cuatro partes: invocación («Abba»), profesión de fe («lo puedes todo»), súplica («aparta de mí esta copa») y sumisión a la voluntad de Dios («no se haga mi voluntad, sino la tuya»). Mientras Judas anda despierto preparando la traición, sus discípulos se quedan dormidos. El sueño y la incapacidad de «velar una hora» indican que el discípulo no está preparado para asumir el camino de la pasión, camino que tendrá que recorrer Jesús en completa soledad. 

La expresión, «Vamos, levántense», muestra un Jesús que ha pasado de la angustia y de la tristeza inicial a la serenidad y seguridad para asumir «su hora».

14,43-50 Arresto de Jesús. Judas es mencionado como «uno de los Doce» para resaltar la gravedad de su acción. A partir de 14,46 no se le menciona más. 

Los que habían venido con Judas para detener a Jesús, se le «tiraron encima», esto expresa la violencia del proceso. El otro verbo (prender, arrestar) expresa la oficialidad del acto. De en medio de la oscuridad y sin nombre, aparece un hombre que saca la espada y hiere al siervo del sumo sacerdote (El evangelio de Juan, escrito a finales del s. I, no tiene problemas en mencionar el nombre de este hombre: Simón Pedro; cfr. Jn 18,10). La reacción de Jesús deja claro que para Él ninguna violencia tiene sentido, ni prospera. Tener la oreja cortada era un deshonor e impedía ejercer funciones sagradas. 

14,51s Un joven anónimo. Sólo el evangelio de Marcos habla de este joven anónimo. Es un detalle bastante enigmático y ha generado variopintas explicaciones. 

Para algunos biblistas se trataría de un recuerdo histórico, una referencia a Juan el apóstol o al mismo Marcos; para otros, en cambio, se trataría de una representación alegórica: la situación de todo discípulo ante el escándalo de la pasión.

14,53-65 Jesús ante el Consejo. Lo anunciado por Jesús en 10,33s, comienza a cumplirse al pie de la letra. Pedro sigue a Jesús de «lejos» (cfr. Sal 38,12), indicando la ambigüedad de su seguimiento. 

Según la legislación judía, toda acusación debe estar respaldada al menos por dos testigos. El versículo 55 permite deducir que el juicio no va a ser justo. 

Propiciar la muerte de Jesús era un viejo anhelo para las autoridades judías (Mc 3,6; 11,18; 12,12; 14,1; 14,11). Sin embargo, los testimonios son tan falsos que no concuerdan entre sí. Al sumo sacerdote no le quedó otra alternativa que preguntar directamente a Jesús: «¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Dios bendito?». 

Jesús no duda en responder: Sí, yo soy, un nombre que evoca al Dios liberador del Éxodo (Éx 3,14). La respuesta de Jesús es considerada blasfemia por dos razones, una de tipo religioso al insultar a Dios llamándose Mesías (Lv 24,15s) y otra de tipo político: despreciar la ley (Nm 15,30) proponiendo cambios radicales en las instituciones religiosas de Israel. 

Marcos subraya que todos estaban de acuerdo en decretar la muerte de Jesús. Los golpes, las burlas, los salivazos y las bofetadas hacen parte del programa de Jesús como el siervo sufriente de Is 50,6. 

14,66-72 Negaciones de Pedro. Mientras Jesús permanece firme ante el sumo sacerdote por defender la causa del reino, Pedro se derrumba negando a Jesús por miedo a quienes lo señalan de andar con el Nazareno. La negación confirma que Pedro acepta a Jesús como el Mesías, pero rechaza el camino que hay que seguir con el Maestro, que es el camino de la cruz. El relato no termina sin que Pedro recuerde las palabras de Jesús (14,30) y llore de arrepentimiento y de vergüenza. 

15,1-15 Jesús ante Pilato – Condena de Jesús. Hasta ahora todo ha ocurrido en un ambiente netamente judío. En adelante, Pilato y la tropa romana compartirán con el Consejo judío la responsabilidad en la muerte de Jesús. Marcos, sin embargo, insiste en subrayar la responsabilidad de los sumos sacerdotes, quienes son presentados como envidiosos, incitadores y manipuladores de la voluntad del pueblo. 

Pilato a través del interrogatorio deja claro que las acusaciones no vienen de su parte, sino de las autoridades judías. Su insistencia en señalar la inocencia de Jesús tiene una intención teológica: mostrar la figura del justo que es injustamente condenado (cfr. Hch 3,13s; 1 Pe 2,21-23). 

La multitud en Marcos es un personaje compacto pero oscilante, unas veces está de parte de Jesús gritando «Hosana» y en otras, en contra, pidiendo la liberación de Barrabás y la crucifixión de Jesús. El hecho de que la multitud prefiera a Barrabas y condene a Jesús, confirma la sospecha de Pilato de que Jesús no representa ningún peligro para el poder romano; sin embargo, cumple con el deseo de la multitud para congraciarse con ellos: es la multitud que rechaza al presunto Mesías.

A lo largo del relato Jesús guarda completo silencio, en contraste con todos los que hablan a su alrededor. Un silencio que se mantendrá hasta la cruz, donde será roto por su plegaria al Padre.

15,16-20 Burla de los soldados. La diferencia entre las burlas proferidas por judíos y romanos consiste en que los primeros se burlan de Jesús como profeta y los segundos, de Jesús como rey. Al final de las burlas, Jesús queda convertido en el «Siervo sufriente» que se prepara para iniciar el camino de la cruz.

15,21-41 Crucifixión y muerte de Jesús. De modo muy sencillo el evangelista nos narra la crucifixión y muerte de Jesús. No se recrea describiendo la crueldad que padece. Pues no es la cantidad de dolor lo que nos salva, sino su abandono absoluto a la voluntad de su Padre, cuya consecuencia es la muerte.

La multitud, los sumos sacerdotes y los letrados se burlan de Jesús, porque no es capaz de bajarse de la cruz. Ellos ven la crucifixión no como donación, sino como impotencia. No se les ocurre pensar que Jesús permanece en la cruz por puro amor. Y si el amor es la verdad de Dios, la cruz es el símbolo del amor más grande expresado por alguien a favor de sus hermanos. 

La cruz es el escándalo que en todos los tiempos toca las puertas de hombres y mujeres que por puro amor luchan incansablemente por un mundo mejor. 

Las tinieblas representan al Israel que no ha podido ver la luz del reino. El «velo rasgado en dos de arriba abajo» (38) simboliza el rompimiento de una barrera que impide ver el verdadero rostro de Dios y también, el final de un modelo de religión que manipula a Dios, esclaviza con la Ley y conduce a la muerte. La exclamación del centurión romano sorprende, porque no es de un judío y ni siquiera de un discípulo. Eso sí, expresa el culmen de la revelación de la identidad de Jesús.

 Terminada la narración, Marcos habla de un grupo de mujeres que está presente, a lo lejos. Hay que notar el valor de la presencia de estas mujeres, porque ellas constituyen el vínculo entre el acontecimiento de la cruz y el de la resurrección, entre los discípulos que han abandonado a Jesús en su pasión y crucifixión y el Jesús resucitado que quiere reunirlos de nuevo (15,1-8).

15,42-47 Sepultura de Jesús. Ante la ausencia de los discípulos, José de Arimatea se encarga de la sepultura. Debe apresurarse porque el inicio del sábado está pronto. Gracias a su gestión el cuerpo de Jesús es recuperado.

La misión de las mujeres es acompañar y fijarse dónde depositan el cuerpo, pues tienen intención de volver. Su posición, aparentemente pasiva, es una respuesta de amor humano al amor de Jesús manifestado en la cruz. 

16,1-8 Resurrección de Jesús. El primer día de la semana, puesto en relación con el primer día de la creación (Gn 1,5), simboliza que, con la resurrección de Jesús, comienza la creación definitiva. 

Las mujeres se dirigen a la tumba con la preocupación de no encontrar quien les mueva la piedra. Aunque aman a Jesús, todavía no creen en su resurrección. Encuentran la piedra movida y dentro de la tumba un ángel que les anuncia la resurrección de Jesús y les da una instrucción para los apóstoles, que abandonen Jerusalén y los ideales del judaísmo, para comenzar la misión universal a partir de Galilea (14,28), donde Jesús comenzó la suya y los llamó al seguimiento (1,16-21a).

Con el miedo y el silencio de las mujeres, Marcos pretende no dar por terminado el evangelio para que los creyentes de todos los tiempos, conociendo el testimonio de las primeras comunidades, lo hagamos nuestro, recreándolo desde nuestra situación concreta y con la fuerza del Espíritu de Jesús resucitado. Es decir, cada uno de nosotros debe «terminar» el evangelio de Marcos. 

La resurrección de Jesús no es el final de una obra, sino el comienzo de la aventura cristiana. 

16,9-20 Se aparece a María Magdalena – Se aparece a dos discípulos – Se aparece a los Once – Misión de los discípulos – Ascensión de Jesús. La mayoría de biblistas piensan que estos pasajes son un añadido posterior. 

Se dan varias razones para ello: el vocabulario y el estilo difieren del resto del evangelio, no tienen coherencia con el pasaje anterior (16,1-8) ya que cambian, entre otras cosas, el sujeto y el número de mujeres. El relato concentra textos tomados de los otros evangelios: la aparición a María Magdalena (Jn 20,11-18), los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35), comida y misión (Lc 24,36-49; Jn 20,19-23; Mt 28,18-20), ascensión (Lc 24,50-53). 

El hilo conductor es la incredulidad de los discípulos; sin embargo, Jesús sigue contando con ellos para la misión, y los envía a anunciar la Buena Noticia a toda la humanidad.