En Claretiana —su casa editora como arzobispo de Buenos Aires—, experimentamos la necesidad, en estos 10 años, de dar a conocer la coherencia de vida de Francisco, que encuentra la fuerza en su palabra anclada en sus gestos. Aquellos gestos que conmovieron al mundo, que no sabía quién era aquel hombre austero, jesuita, proveniente del hemisferio sur. Un Papa que “se puso la Iglesia al hombro” y que escuchó la voz que en otro tiempo mucho más lejano escuchara el propio san Francisco de Asís: “Francisco, repara mi Iglesia”. Y, sin dudarlo, tuvo la convicción y el coraje para poner manos a la obra con la asistencia y la gracia del Espíritu Santo.